El mito de los millones de años
En el año 2000 un grupo de científicos decidió
investigar la contradicción para la edad de la tierra según lo afirmado en la
Biblia contra la oposición firme de las dataciones radiométricas. Todos los trabajos se agruparon en lo que se
denominó el proyecto RATE (Radioisotopes and Age of The Earth), en el que
colaboraron científicos profesionales (físicos, geofísicos, geólogos) principalmente
del ICR y de la CRS. Tras cinco años de investigación, los componentes del proyecto
RATE se reunieron en un simposio para intercambiar sus hallazgos y sacar
conclusiones.
El director del
proyecto, Larry Vardiman, sintetizó los resultados en los siguientes cuatro
puntos[1]:
Estas conclusiones y muchas otras anomalías encontradas
en las mediciones radiométricas convierten a estos métodos en inservibles para
la ciencia. Sin embargo, la gente poco
informada se traga las fechas multimillonarias
de los científicos evolucionistas porque cree que se han obtenido
gracias al conocimiento científico de la estructura interna de los átomos o de
la energía atómica, algo que tiene como una aureola de misterio y que
parece exclusivo de los genios
científicos. La realidad es que para
conseguir esas gigantescas edades los métodos radiométricos siguen una serie de
suposiciones evolucionistas que carecen de todo rigor científico, salvo que
están enmascarados en un entresijo de matemática, ciencia y tecnología conjuradas
entre sí.
Supongamos que
Indiana Jones encuentra, digamos, un fósil de dinosaurio, y que lo lleva a
analizar al laboratorio de una importante universidad (el 99,9 % de ellas
controladas por evolucionistas). Este gran
explorador se queda perplejo cuando le dicen que el laboratorio no puede
realizar una prueba de C14 al estar la materia orgánica del fósil petrificada.
Así que la datación debe realizarse utilizando un radioisótopo de largo periodo
de semivida. Luego Indiana alucina cuando desde el laboratorio le comunican que
han realizado múltiples pruebas con diferentes isótopos, y en cada una de ellas
la edad del fósil resulta muy diferente. Ellos se disculpan diciendo que
diversas partes del fósil están contaminadas. Este método siempre es así de
conflictivo. ¿Qué hacer?. ¿Con cuál de las distintas edades del fósil debería
quedarse Indiana Jones?. Desde el
laboratorio le ofrecen la solución: datar el fósil por la profundidad en que se
halló enterrado, utilizando para ello la columna geológica, la cual fue establecida, en su tiempo, utilizando métodos basados en la desintegración
de isótopos radiactivos, o sea, el mismo método conflictivo que ahora no sirve
de nada. Y que además el geofísico Guy
Berthault ya ha demostrado sobradamente que es una superstición continuar
utilizando la “columna geológica” para la datación de muestras (Ver entrada del
16 de Marzo de 2010)[2].
Cuando se analiza una roca ígnea, los evolucionistas se
basan en la geofísica. La estimación de la edad de la muestra se hace teniendo
en cuenta la proporción de los componentes padre/hijo, asumiendo par ello un
conjunto de hipótesis jamás probadas tales como: (a) desintegración uniforme a
lo largo del tiempo, (b) el transporte del padre hacia –o desde- el hijo
transferido en la muestra es completamente nulo a lo largo del tiempo, (c) la
cantidad inicial del componente hijo se supone nula –obviamente porque es
absolutamente desconocida. De esta
manera a nadie le debe extrañar que estos laboratorios profesionales fallen
estrepitosamente cuando tratan de determinar la edad de muestras cuya edad ya
era previamente conocida. Así sucedió, por ejemplo, con muestras de rocas
procedentes de la erupción volcánica de Mount St. Helens ocurrida en el año
1980, tal como se muestra en la tabla de abajo.
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