martes, 7 de marzo de 2017

El mito de los millones de años

En el año 2000 un grupo de científicos decidió investigar la contradicción para la edad de la tierra según lo afirmado en la Biblia contra la oposición firme de las dataciones radiométricas.  Todos los trabajos se agruparon en lo que se denominó el proyecto RATE (Radioisotopes and Age of The Earth), en el que colaboraron científicos profesionales (físicos, geofísicos, geólogos) principalmente del ICR y de la CRS. Tras cinco años de investigación, los componentes del proyecto RATE se reunieron en un simposio para intercambiar sus hallazgos y sacar conclusiones.

 El director del proyecto, Larry Vardiman, sintetizó los resultados en los siguientes cuatro puntos[1]:
1. Los métodos radiométricos convencionales son inconsistentes y por tanto irreales a la hora de datar muestras. Está comprobado que al tratar de datar una roca de una misma capa, la datación por radioisótopos mostraron cuatro edades diferentes.2.  Se encuentran cantidades sustanciales de helio en cristales del interior del granito. Si la Tierra se hubiera formado durante miles de millones de años, el helio debería haber desaparecido por completo.3.  En las rocas aparecen radio-halos causados por la desintegración del uranio y del polonio, lo que fuertemente sugiere una rapidísima desintegración, lo contrario a una desintegración gradual durante miles de millones de años.4.  Los diamantes que los evolucionistas creían que se formaron a lo largo de millones o miles de millones de años, en realidad contienen niveles muy significativos de Carbono-14. Puesto que el Carbono-14 se desintegra rápidamente no se debería haber encontrado ni rastro de él en los diamantes, si esas edades fantásticas fueran correctas.
Estas conclusiones y muchas otras anomalías encontradas en las mediciones radiométricas convierten a estos métodos en inservibles para la ciencia.  Sin embargo, la gente poco informada se traga las fechas multimillonarias  de los científicos evolucionistas porque cree que se han obtenido gracias al conocimiento científico de la estructura interna de los átomos o de la energía atómica, algo que tiene como una aureola de misterio y que parece  exclusivo de los genios científicos.  La realidad es que para conseguir esas gigantescas edades los métodos radiométricos siguen una serie de suposiciones evolucionistas que carecen de todo rigor científico, salvo que están enmascarados en un entresijo de matemática, ciencia y tecnología conjuradas entre sí.
Supongamos que Indiana Jones encuentra, digamos, un fósil de dinosaurio, y que lo lleva a analizar al laboratorio de una importante universidad (el 99,9 % de ellas controladas por evolucionistas).  Este gran explorador se queda perplejo cuando le dicen que el laboratorio no puede realizar una prueba de C14 al estar la materia orgánica del fósil petrificada. Así que la datación debe realizarse utilizando un radioisótopo de largo periodo de semivida. Luego Indiana alucina cuando desde el laboratorio le comunican que han realizado múltiples pruebas con diferentes isótopos, y en cada una de ellas la edad del fósil resulta muy diferente. Ellos se disculpan diciendo que diversas partes del fósil están contaminadas. Este método siempre es así de conflictivo.  ¿Qué hacer?.  ¿Con cuál de las distintas edades del fósil debería quedarse Indiana Jones?.  Desde el laboratorio le ofrecen la solución:  datar el fósil por la profundidad en que se halló enterrado, utilizando para ello la columna geológica,  la cual fue establecida, en su tiempo,  utilizando métodos basados en la desintegración de isótopos radiactivos, o sea, el mismo método conflictivo que ahora no sirve de nada. Y que además el geofísico  Guy Berthault ya ha demostrado sobradamente que es una superstición continuar utilizando la “columna geológica” para la datación de muestras (Ver entrada del 16 de Marzo de 2010)[2].
Cuando se analiza una roca ígnea, los evolucionistas se basan en la geofísica. La estimación de la edad de la muestra se hace teniendo en cuenta la proporción de los componentes padre/hijo, asumiendo par ello un conjunto de hipótesis jamás probadas tales como: (a) desintegración uniforme a lo largo del tiempo, (b) el transporte del padre hacia –o desde- el hijo transferido en la muestra es completamente nulo a lo largo del tiempo, (c) la cantidad inicial del componente hijo se supone nula –obviamente porque es absolutamente desconocida.  De esta manera a nadie le debe extrañar que estos laboratorios profesionales fallen estrepitosamente cuando tratan de determinar la edad de muestras cuya edad ya era previamente conocida. Así sucedió, por ejemplo, con muestras de rocas procedentes de la erupción volcánica de Mount St. Helens ocurrida en el año 1980, tal como se muestra en la tabla de abajo.

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